Un aventura inolvidable
Eran las 6 de la mañana de un 5 de febrero de 2022, cada rincón de la casa retumbaba de alegría por un viaje hacia las exorbitantes playas de Cartagena. El día era nublado, pero la euforia de cada uno traspasaba cada rastro de tiniebla. Siendo las 7:30 AM, con todas las maletas listas, emprendimos nuestro viaje, esperando en una estación un vehículo que nos condujera a nuestro lugar deseado. Al pasar más de una 1 hora estando inmóvil en el vehículo andante pensé "¿en realidad valdrá la pena esas playas, o solo todo es un producto de mi emoción?", esa incógnita retumbaba por cada espacio vacío de mi mente, al pensar que quizás dichas playas me decepcionarian. Sin embargo, más tarde llegaríamos a Cartagena siendo las 9:30 AM; en un taxi buscando nuestro hotel, sentí como un rayo de luz iluminaba mi rostro y un viento marino balanceaba cada hebra de mi cabello, al querer descubrir de dónde provenía, he ahí, quedando atónito y estupefacto mis ojos se iluminaron de tan inefable belleza proveniente de las playas de Cartagena, no quedó ningún rastro de la incógnita pasada, cada duda se convirtió en un deleite para mis ojos. Al pasar media hora, entrando al hotel y buscando nuestro apartamento, lo logramos encontrar y nos chocamos con una vista hermosa desde el balcón, adorando por una parte el mar y por la otra el lago de dicha vista.
Al siguiente día, luego de haber ordenado todo y haber dormido, siendo las 9:00 AM decidimos subirnos a una balsa para observar detalladamente la fauna del río, encontrándonos con flores y animales grandiosos; a pesar de que solo duró 30 minutos, fueron los mejores del viaje. En la tarde, aprovechamos para acercarnos al mar y deleitarnos con los espléndidos atardeceres, siendo este uno de los momentos más importantes donde conectamos el alma con el mar.
Despertandonos con un ambiente hermoso desde el sexto piso del hotel, comimos una rica comida, y ya siendo las 10:00 AM decidimos ir a meternos en el mar; con un sol ardiente contrarrestado por el viento del mar, sintiendo un ambiente eufórico y jovial pudimos disfrutar cada momento en la playa, entrelazando cada emoción y sentimiento, conectando cada emisión electromagnética, chocando electrones dentro de nuestro campo magnético, sintiendo la verdadera felicidad, no proveniente de la playa, sino de la convivencia en familia. Ese mismo día tuvimos que partir, así que empacamos todo y nos dirigimos a nuestra tierra natal.
Este viaje tiene prevalencia en mí no tanto por la tangibilidad de la playa, sino de los momentos que nos hizo pasar, cada conversación, cada conexión vivida. Recuerdo que quedarán en nuestra mente, corazón, y en los ojos del mar.
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